Buscando un anochecer tranquilo [Lucas]

Necesitaba un lugar tranquilo en que pudiese pasar el rato sin mucha gente alrededor. La presencia de las personas no me disgustaba, mas, me encantaba, pero cuando ya eran muchas molestaba un poco. El día de clases había sido agotador y los profesores insoportables conmigo. Pude sentir que todos estaban de mal humor por distintos problemas personales, pero eso no les hacía tener que desquitarse con nosotros, sus alumnos.

Caminé hasta llegar al lago que se encontraba cerca del reformatorio. Este estaba un poco oscuro, ya que ya estaba oscureciendo, provocando que el sol se oculte y la luna salga para alumbrar la noche.

Me senté junto a un árbol y miré al lago durante un buen tiempo, en el que no hice absolutamente nada, simplemente eso, mirar el lago y escuchar el ruido del agua calma de este. Hacía un poco de calor, por lo que me saqué el abrigo y lo dejé junto a mí.

Me preguntaba por qué no había ni un alma en el lugar además de los insectos y yo, hasta que escuché pasos cerca de mí y giré mi rostro para ver quién era.

Un chico que parecía mayor que yo se me acercó. Distinguí que era bastante guapo, aunque nunca lo había visto en el reformatorio, como a la mayoría de los que allí vivían.

-En lo más mínimo, puedes sentarte si quieres, nadie te lo prohíbe…- ni yo, completé en mi interior mientras lo observaba sentarse junto a mí-. Y nunca hace mal tener compañía- le dije sonriendo.

Volví a mirar hacia el lago, pero en cuestión de segundos ya estaba mirándolo nuevamente a él.

-Pensaba que a esta hora no iba a ver nadie que saliese… y menos que viene hasta el lago…- le dije. Eso me parecía un poco extraño la verdad.

-Es que no tenía ganas de regresar a mi habitación y este lugar era muy tranquilo- le dije honestamente-. En las habitaciones hay mucho ruido y por lo general no puedo tener un momento de silencio en el cual poder estar tranquila… y respirar aire libre…- seguí hablándole con sinceridad todo el tiempo.

Parecía buen chico y me preguntaba por qué había ingresado al reformatorio. Pero, antes que eso, tenía que saber otra cosa…

-¿Cómo te llamas?- le pregunté con una cálida sonrisa.